PRÓLOGO del Dr. Wayne W. Dyer
Todo lo que se cuenta en este libro me llega
directamente al corazón. Y más aún lo hace mi relación personal con
Anita Moorjani, que entró en mi vida gracias a una serie de
coincidencias que sólo puede calificarse de divina y providencial. A lo
largo de más de cuatro años el avance implacable de un cáncer llevó a
Anita a las puertas de la muerte e incluso más allá, ya pasado el
umbral y el vestíbulo por así decirlo, a lo más profundo de la propia
morada de la muerte. Anita describe todo ese proceso minuciosamente en
este libro, un libro escrito para conmover el alma. Animo
encarecidamente a todo el mundo a que lo lea con atención y con la
mente absolutamente abierta, aunque en él encuentre cosas que pongan en
cuestión algunas de sus más arraigadas creencias sobre lo que hay después de este mundo, en eso que solemos llamar «más allá».
Rodeada de sus seres queridos y del equipo médico
que la trataba, que esperaban que exhalara su último aliento en
cualquier instante, Anita permanecía sumida en un coma profundo.
Entonces se le dio la oportunidad de volver a su cuerpo arrasado por el
cáncer, desafiando todas las probabilidades, para después protagonizar
una curación increíble propiciada únicamente por el amor incondicional.
Más que eso: volvió desde la antesala de la muerte para poder
contarnos a todos cómo es la vida más allá del mundo corpóreo y, lo que
es más importante, qué sensaciones se tienen allí.
Esto es una historia de amor, de un amor enorme e
incondicional, con una visión revolucionaria de lo que somos en
realidad, de por qué estamos aquí y de cómo podemos superar cualquier
miedo o impulso negativo que esté marcando nuestras vidas. Anita nos
habla del cáncer con una franqueza poco habitual y cuenta por qué cree
que se ha visto sometida a la dura prueba que supone la enfermedad, por
qué se ha curado y por qué ha vuelto a este mundo desde la antesala del
que hay más allá. Yo personalmente no tengo ninguna duda de que la
misión de su vida está plasmada en la crónica de su experiencia que
están a punto de leer y de que en alguna parte estaba escrito que yo
tenía que ayudarla a que este mensaje crucial llegara a todo el mundo.
Lo que Anita descubrió durante esas 24 horas en las que estuvo en coma y cruzó el umbral hacia lo desconocido
está en extraordinaria consonancia con todo lo que yo he percibido en
diversos momentos de inspiración mientras escribía mis libros o daba
charlas. Ambos estamos convencidos de que la intervención divina ha
movido las piezas necesarias para que esta mujer, que vivía al otro
lado del mundo, en una cultura totalmente distinta a la mía, llegara
hasta mí y conectara a la perfección con mi experiencia y con mi vida.
La primera vez que oí hablar de Anita fue cuando, a
través de Mira Kelly (una mujer de Nueva York que más tarde se
convirtió en mi amiga y que fue quien me hizo la regresión a una vida
pasada de la que hablo en mi libro Wishes Fulfilled) me llegó una
copia de una entrevista que le habían hecho sobre su experiencia
cercana a la muerte (ECM). Tras leer la entrevista de Anita sentí una
necesidad irresistible de hacer todo lo que estuviera en mi mano para
que el mensaje cautivador que encerraban sus palabras se difundiera y
llegara a todo el mundo. Llamé a Reid Tracy, el presidente de Hay
House, y le pedí que encontrara a Anita Moorjani y la convenciera para
que escribiera un libro en el que narrara su experiencia con todo lujo
de detalles. Y añadí que me encantaría, no, que me sentiría honrado,
de escribir un prólogo para el libro si ella quería comprometerse con
el proyecto. Gracias a una serie de esos increíbles y maravillosos
caprichos del universo (entre ellos una llamada de Anita desde Hong
Kong a mi programa de radio semanal que se emite en
www.hayhouseradio.com, que me dio la oportunidad de hacerle una
entrevista que se retransmitió a todo el planeta) ambos conectamos a
nivel profesional y personal.
Anita me contó que ella siente que todos nosotros
somos puro amor; que no sólo estamos conectados de alguna forma con
todos los demás seres humanos y con Dios, sino que a un nivel más
profundo todos somos Dios; que hemos permitido que nuestros
miedos y nuestro ego dejen a Dios fuera de nuestras vidas y eso tiene
una relación directa no sólo con las enfermedades de nuestro cuerpo
sino también con las de nuestro mundo. Me habló de aprender a apreciar
nuestra grandeza y vivir como seres de luz y amor y también de las
propiedades curativas inherentes a la mente humana. Anita describió cómo
fue experimentar la ausencia de tiempo y espacio y sentir por primera
vez que la unicidad es más que un concepto intelectual, que
verdaderamente todo está ocurriendo a la vez. Me dijo que se sentía
bañada por un aura de amor puro y feliz y que ese sentimiento ha
demostrado tener un ilimitado potencial para curar. Ella vio hacerse
realidad en su vida las palabras de Jesús: «Con Dios todo es posible», y
entendió su verdadero significado, que lo engloba todo y no deja nada al margen, ni siquiera el pasado. Anita comprobó personalmente lo que yo había escrito en Wishes Fulfilled: que ante la auténtica presencia de Dios no son aplicables las leyes de lo material (incluidas las de la medicina).
Tenía que conocer a esa mujer. A partir de
nuestras conversaciones telefónicas empecé a sentir vivamente la
esencia espiritual de Anita y su mensaje de esperanza, que había
llegado para sustituir al miedo. La animé no sólo a que escribiera este
libro, sino también a que apareciera conmigo en la cadena PBS y contara
su historia de amor, esperanza y curación a todo el mundo.
Le envié la entrevista sobre la ECM de Anita a mi
madre, que tiene 95 años y vive en una residencia de ancianos. Mi
madre ve la muerte con bastante frecuencia, ya que muchos de sus nuevos
amigos de avanzada edad fallecen mientras duermen o se van para siempre
de alguna otra forma. He tenido muchas conversaciones con ella sobre
lo que piensa del gran misterio que llamamos muerte, que es el destino
de todos los seres vivos: todo lo material debe en algún momento perder
ese estado. Todos conocemos racionalmente esta verdad, pero lo que nos
espera al abandonar este estado sigue siendo un gran misterio.
Después de leer la entrevista de Anita mi madre
dijo que la había embargado una gran sensación de paz que había acabado
con todo su miedo, ansiedad y estrés por lo que podía traer esa gran
desconocida que es la muerte. De hecho todos los que han leído lo que
Anita cuenta de su experiencia cercana a la muerte, incluidos mis
hijos, han sentido una esperanza renovada y han decidido que, por encima
de todo, se van a amar a sí mismos, que intentarán apreciar su
grandeza y eliminar todos los pensamientos que puedan atraer la
enfermedad a su vida diaria. Mientras yo escribía sobre estas ideas,
Anita las demostraba a través de su propia experiencia.
Anita logró curar su cuerpo gracias a todo ello y
me ha comentado en muchas ocasiones que siente que ha vuelto para
enseñar a todo el mundo esta sencilla pero poderosa lección que no sólo
puede curarnos a todos, sino también transformar el mundo entero. Y
por eso, estoy seguro, es por lo que Dios nos unió a Anita y a mí.
Siempre he sentido que es mi dharma mostrarle a todo el mundo su
propia divinidad, para que sepan que lo más importante que hay en ellos
es Dios. Nosotros no somos estos cuerpos, ni tampoco nuestros logros
ni nuestras posesiones; nosotros somos uno con la fuente de toda la
vida que es Dios. Mientras escribía todo esto en Wishes Fulfilled,
Anita Moorjani llegaba a mi vida, la culminación de todo lo que yo
estaba sintiendo y escribiendo automáticamente. Ella lo había vivido y
lo contaba con tanta belleza… Y ahora podemos disfrutar de la bendición
de leer todo lo que Anita llegó a aprender en su furiosa lucha contra
un cáncer muy avanzado y su sereno viaje de vuelta gracias a la
experiencia directa de la curación divina, lo que nos brinda la
oportunidad de aplicarlo en nuestras vidas.
Y yo tengo el honor de representar un pequeño
papel en la gran misión de trasmitir este esperanzador mensaje de que
el amor es la cura definitiva. Espero que las palabras de Anita se
conviertan en un instrumento para eliminar todas y cada una de las
enfermedades de nuestro cuerpo, de nuestras relaciones, de nuestro
país, sea el que sea, y de nuestro mundo. Como dijo muy poéticamente una
vez Elizabeth Barrett Browning: «La Tierra está llena de Cielo y
Dios arde en cada arbusto». La curación y el cielo en la tierra están
en nuestras manos y en manos del amor.
Disfruten de este valioso e increíble libro de Anita. Todo mi amor está con este libro y con ella.
—Doctor Wayne W. Dyer
Maui, Hawaii, Estados Unidos
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domingo, 27 de enero de 2013
Prólogo del Dr. Wayne W. Dyer
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